La isla griega de Santorini –antiguamente conocida como Thira– se localiza en el extremo sur del archipiélago de las Cícladas y forma parte de un volcán que tuvo una gran erupción en el siglo XVII a. C., dejando como saldo la destrucción parcial del territorio insular y causando un fuerte impacto en el clima y la geografía local. De esa enorme explosión surgió una caldera; una enorme hoya de casi 400 m. de profundidad que hoy forma parte del colorido paisaje de Santorini junto con el más puro azul del mar Egeo, las blanquísimas construcciones de su capital Fira, el imponente atardecer dorado de Oia, la riqueza arqueológica de Akrotiri y los valles que originan el reconocido Vinsanto, además de varias playas de singulares características.
Santorini: un regalo de los dioses en forma de isla
Basta recorrer las callecitas de Fira –que se dispone de forma alargada, a la vera de un acantilado– para advertir que ése es el lugar ideal para alojarse, ya que concentra todos los servicios que el viajero necesitará durante su estadía.
En la plaza central de Fira, Plateia Theotokópoulou, se encuentra la terminal de autobuses, donde confluyen todas las carreteras que unen los pueblos de la isla. En tanto, sobre la calle principal se suceden agencias de viajes, locales gastronómicos, farmacias, supermercados y muchísimas tiendas que venden artículos regionales como esponjas vegetales, cerámicas que replican los motivos y colores locales, dulces y las clásicas tarjetas postales, souvenirs que los turistas no dudaran en transportar hasta las repisas de sus hogares.
En primer lugar, es recomendable emprender una caminata de reconocimiento por Fira, admirando sus construcciones pintadas de un blanco que encandila, colgadas sobre los acantilados que bordean la gran hoya. Al ensayar una vista panorámica del paisaje, la postal no puede ser más idílica: las aguas azules de La Caldera se amalgaman con las formas albas y redondeadas de las construcciones, apenas interrumpidas por las cúpulas celestes de las iglesias griegas. Quienes se aventuren a desandar el laberinto de las callejuelas insulares en dirección al antiguo puerto de Fira, encontrarán a medida que avanzan varios gatos curiosos que asoman sus cabezas desde los portales como centinelas eternos de la isla.
POR TIERRA Y POR MAR.
Sin embargo, al llegar al puerto el encuentro más singular será con otros simpáticos representantes del reino animal: los legendarios burros de Santorini, encargados de facilitar el descenso de turistas y locales hacia el muelle a través de una pendiente conformada por 600 escalones. Desde allí parten diariamente las embarcaciones para visitar la isla Nea Kameni.
Esta excursión está disponible en todas las agencias de viajes y propone un circuito de casi cuatro horas que incluye la navegación por las aguas de La Caldera, el descenso en Nea Kameni para realizar una caminata hacia la cumbre del volcán y, de regreso, un energizante baño marino en una zona costera de aguas calientes y sulfurosas.
Es interesante destacar que el trekking hacia la cima del volcán no requiere de experiencia y las vistas desde el sendero son un regalo para los sentidos. Desde allí es posible apreciar los más vívidos colores de la naturaleza, disfrutar del silencio y la inmensidad de uno de los rincones más bellos de Grecia. Al regresar, el capitán detiene la embarcación y será el momento de sumergirse en las aguas sulfurosas de La Caldera.
Por otra parte, los amantes de la arqueología disfrutarán visitando un sitio único de la isla: el yacimiento de Akrotiri, los restos de una ciudad de la civilización minoica de 3.000 años de antigüedad que se conserva tal como se encontraba en el momento de la gran erupción del volcán en el siglo XVII a. C. Luego, si hay tiempo, vale la pena complementar la jornada con una visita al Museo de la Prehistoria, donde se exhiben piezas que pertenecieron a Akrotiri.
Muy cerca del yacimiento se encuentra la singular playa roja, un punto de gran atracción para los turistas que visitan el destino. Su geografía de piedras volcánicas rojizas, acompañadas por un suelo de arenas negras y rojas, la convierte en un imán para los amantes de los paisajes coloridos y singulares.
En cambio, los grupos familiares que visiten Santorini encontrarán en la extensa playa de Kamari el sitio ideal para disfrutar con los más pequeños. Asimismo, las playas de Perissa y Perivolo –en el sur de la isla– se caracterizan por la profundidad de sus aguas, la amplia oferta de restauración y, sobre todo, por sus llamativas arenas negras.
CUNA DEL SOL Y EL BUEN VINO.
Como broche de oro de este periplo, no hay mejor sugerencia que celebrar los regalos que los dioses le otorgaron a estas encantadoras tierras griegas: el sol y el vino. Es que los viñedos forman parte del paisaje tanto como la increíble puesta de sol que se puede apreciar desde el pueblo de Oia (pronunciado “Ía”), un balcón natural en el norte de la ínsula.
En la actualidad, el turismo enológico es una tendencia mundial que crece y Santorini cuenta con la conjunción perfecta de condiciones medioambientales: clima seco y árido, viento caliente, escasez de agua y suelos porosos de origen volcánico convergen para la producción de vinos de excelente sabor y calidad. En el caso del Vinsanto (vino de Santorini) se trata de una bebida dulce y aromática que se produce hace más de 3.500 años y actualmente goza de un merecido reconocimiento. Las otras variedades (Assyrtiko, Akiri, Aidani y Mandelaria) completan las propuestas que el dios Baco propagó en la isla y es posible degustar en los distintos circuitos de viñedos y bodegas disponibles durante buena parte del año.
Al regresar a casa, un par de anécdotas, varios souvenirs y las mejores selfies serán el puente inmediato para revivir el paso por aquel destino de ensueño que, de pronto, ya es pasado.
En el caso particular de Santorini, habrá un momento del viaje que sólo se podrá medir en emoción y silencio: la caída del sol en Oia. Se trata de un momento muy emotivo e íntimo, que algunos sentencian como el atardecer más bello del mundo. Desde Fira se accede en transporte público (taxi, bus de línea o a pie) y conviene llegar alrededor de las cinco de la tarde para perderse entre las estrechas callejuelas del pueblo e ir descubriendo detalles y admirando cómo va mutando la paleta de colores al ritmo de la caída del sol.
Con la premisa de localizar rápidamente el lugar ideal para contemplar el espectáculo, es recomendable seguir los pasos de los contingentes de orientales o de las parejas de enamorados: todos se reunirán en el mismo lugar luego de atravesar escaleras donde en la pulseada los burros siempre tienen la prioridad.
Una vez arriba, el silencio se apodera del paisaje, el sol se torna cada vez más naranja y va cubriendo las aguas del Egeo mientras proyecta un brillo inigualable en las construcciones blanquísimas. Hacia la derecha, los molinos de viento completan el paisaje y algún barco corta el horizonte oro rubí. La percepción de ese atardecer es única, irrepetible e imposible de transmitir con palabras, aunque éste sea al menos un intento. La mejor recomendación será entonces tomarse una tarde, parar el mundo y disfrutar de un maravilloso ocaso.
Cómo llegar: desde el aeropuerto de Atenas hay conexión aérea permanente con el destino. Además, varias líneas de ferries llegan a Athinios, el puerto nuevo de Santorini. Por otra parte, un gran número de compañías de cruceros hacen escala en la isla.
Cuando viajar: es recomendable visitar la isla en verano y primavera. Si bien las temperaturas son altas, será posible acceder a todas las actividades que propone el destino. Del mismo modo, en la temporada alta el transporte público en Santorini ofrece numerosas frecuencias durante el día. En cambio, durante los meses de otoño e invierno muchas opciones de restauración permanecen cerradas o en refacción, y el transporte reduce sus frecuencias diarias.
Informes: http://www.visitgreece.gr/en/greek_islands/cyclades/santorini.
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