Patagonia hace 100 años: un páramo y una vida difícil
En 1924, en un viaje a Río Gallegos, conoció a María Martinic, también yugoslava, con quien se casó en 1925. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Adolfo quien fallece al año y medio, Radoslaba (apodada Nini), Ángela (apodada Bebe) y María (apodada Porota).
¿CÓMO ERA LA PATAGONIA ANTES DEL TURISMO?
Inmensa, con caminos llenos de obstáculos, ríos helados y un clima poco amigable: así se mostraba (y aún se muestra hoy) la Patagonia. La diferencia es que antes no había nada. Los pioneros tuvieron que sortear esos escollos para iniciar la vida desde cero.
Por caso, Santiago Peso tuvo que transportar los materiales para construir infraestructura a lomo de caballo y carros tirados por bueyes a través de una estepa infinita, vadeando ríos e internándose en la cordillera de los Andes.
El esfuerzo dio sus frutos: levantó tres puestos que siguen siendo utilizados en la actualidad, hizo 53 mil m. de alambrado para separar la inmensa Patagonia en potreros y edificó el casco principal de la estancia La Jerónima, que hoy subsiste devenida en Nibepo Aike.
Una vez al año viajaban a Río Gallegos, distante a 380 km., para vender la producción de lana y reponer víveres para el resto del año. La aventura duraba unos 20 días y consistía en una expedición conformada por una formación de carretas (chatas), tirada cada una por 18 animales entre caballos y mulas.
Las chatas fueron el único medio de transporte de carga hasta mediados del siglo XX. Era una expedición compleja y riesgosa. Tenían que sortear varios inconvenientes, roturas de ruedas y de ejes, animales cansados, intervenciones de otros pueblos en el camino, etc.
LA ESTANCIA.
En 1937 es declarado el Parque Nacional Los Glaciares, y posteriormente, Patrimonio de la Humanidad, quedando las tierras de Nibepo Aike dentro de sus límites.
La estancia pasó a manos de Nini y Juan Enrique Jansma en los años 70. Y fue él quien abrió las tranqueras al turismo.
En la actualidad su hijo Adolfo le da continuidad al proyecto: una auténtica estancia patagónica, que ofrece la posibilidad de alojarse en la casa original del casco o pasar el día para saborear el exquisito cordero y poder ingresar al menos un poco en la historia de este maravilloso lugar.
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