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Amazonas: selva virgen y naturaleza viva

Nos deslizamos a través de la noche, bajo un toldo de estrellas, escuchando los sonidos de la selva. Estamos en la profundidad de la Amazonía colombiana.

En la distancia las brillantes manchas de luz roja no pertenecen a un faro, sino al reflejo de los ojos un depredador. "La selva cobra vida por la noche." dice Luis, nuestro guía, mientras navegamos a través de la oscuridad de la Laguna Tarapoto en busca del esquivo caimán amazónico. Más que un sitio, el Amazonas es una promesa. Para nuestro guía anglo-hablante, es una oportunidad de encantar turistas con los espectáculos y sonidos de una jungla que ha explorado durante más de medio siglo. Para mis compañeros de viaje, una oportunidad de viajar al límite de la imaginación y de sentirse humildes ante la inmensidad de todo aquello.

Fluyendo a lo largo de 7.800 kilómetros, desde los Andes nevados del Perú hasta el sur del Océano Atlántico, el Río Amazonas une países y es una cuerda de salvamento vital para el continente. Desde que los conquistadores españoles exploraron sus aguas hace cinco siglos en busca de oro y especias, esta selva ha permanecido como una frontera, tanto en los mapas físicos como en los mentales.

Río Amazonas
Río Amazonas
Río Amazonas

Leticia: puerta de entrada al Amazonas colombiano

Nuestro viaje río arriba por el majestuoso Amazonas, comienza en Leticia. Esta comunidad de 40.000 habitantes es la capital del departamento del Amazonas y una parada obligatoria en la aventura de la selva. Sus calles, bordeadas de palmeras y tiendas, ofrecen toda clase de esparcimiento al viajero, y hay varios restaurantes encantadores en la ciudad, como "Tierra Amazónica", con sus especialidades de pescados dorado y pirarucú.

Su puerto, al cual se puede llegar fácilmente desde el centro de la ciudad, ofrece a los turistas la posibilidad de estar en varios países en un solo día. Tabatinga, en el Brasil, está unido a Colombia por carretera, y esta frontera abierta hace de las compras una experiencia única. Puedes buscar tiendas de chocolates donde venden cacao puro o deambular por cualquiera de los supermercados donde hay arrumes hasta el techo del licor típico de Brasil cachasa, para luego preparar caipirinhas, mientras descansas en un alojamiento selvático y disfrutas de la caña de azúcar y los espléndidos atardeceres amazónicos.

Nuestro viaje nos lleva a Perú, a la reserva natural Yuvari-Tucano. Después de unas formalidades sencillas de pasaporte en Santa Rosa, al otro lado de Leticia, navegamos en un cómodo barco de río, con el sol pegándonos de frente. Nos rodea por todas partes el agua, ese dios color castaño que es el Río Amazonas. Nos pasan barcos de todos los tamaños, algunos cargados de madera, ganado y gasolina, otros deteniéndose a lo largo de la orilla con su carga de frutas y pasajeros con parasoles. En este reino verde hay civilidad. La gente nos saluda con la mano desde las rizadas olas.

A tan solo dos horas de Leticia llegamos a Yuvari-Tucano donde nos saluda una pandilla de juguetones monos ardilla y una pareja de escandalosas guacamayas. Alzándose en el agua y construidos en zancos de madera, los alojamientos son limpios y espaciosos. Nos llaman doce cabañas equipadas con mosquiteros colgantes y vistas sobre el río. Mientras una familia de la localidad nos preparaba la comida en la cocina, hacemos una caminada sencilla a una laguna cercana.

El Yuvari-Tucano es solo uno de muchos alojamientos que han surgido en el Amazonas y que ofrecen al turista emocionantes caminatas por la naturaleza, así como excursiones en canoa para pescar pirañas y ver jugar a los delfines de río.

Cerca de Leticia, en el lado peruano de la orilla del río, funciona la reserva natural Marasha, situada sobre una laguna prístina, con una plataforma de dos pisos para observar aves y un chef que prepara los mejores platos a este lado de Lima, como por ejemplo, el lomo salteado. La caminata de una hora a través de la selva pluvial desde el muelle de desembarque hasta el alojamiento es espectacular, y los guías le ayudarán a llevar su morral para que usted pueda dedicarse a disfrutar del espectáculo y de los sonidos de la jungla.

A pesar de que muchos turistas tienen la impresión de que ir al Amazonas quiere decir carecer de comodidades, no hay nada más alejado de la verdad si se programa el viaje con un operador turístico reputado. A pesar de que la naturaleza sí encuentra la manera de colarse en forma de mono entre nuestras botas o entre la piragua, la mayoría de los alojamientos ofrece un nivel razonable de comodidad y mantienen la vida salvaje al alcance de la mano.

Leticia, capital del departamento del Amazonas.
Leticia, capital del departamento del Amazonas.
Leticia, capital del departamento del Amazonas.

Parque Natural Amacayacu

Del lado colombiano del Amazonas, a solo una hora de Leticia, está una de las coronas del sistema de Parque Naturales (PNN) del país, el Amacayacu. Situado sobre una gran extensión de selva pluvial intacta, el Amacayacu es visita obligada para todo el que venga a Colombia. Aquí se puede caminar tranquilamente por la selva desde la perspectiva de un camino entablado y pasar al lado de gigantescos árboles de copa de más de cien años. Dentro de las actividades que se pueden llevar a cabo están las salidas en canoa y el ascenso a los miradores que ofrecen vistas increíbles del río.

El Amacayacu también tiene habitaciones cómodas que se pueden reservar a través de Aviatur, operador turístico del país. Para quienes prefieren estar cerca del agua y navegar el río, alquilar la casa flotante con su propia tripulación, donde se pueden acomodar hasta ocho personas, es una gran opción.

Ningún viaje al Amazonas es completo sin una parada en Puerto Nariño. A tan solo 20 minutos río arriba desde el Amacayacu, esta comunidad prístina tiene varios hoteles buenos, aunque modestos. También es la sede de la Fundación Nututama, la cual trabaja de cerca con la población local de Indígenas Ticuna en proyectos de conservación de especies amenazadas, como las tortugas de río y los delfines rosados.
Luego de cinco días en la selva, es hora de regresar a la jungla de concreto. A pesar de que Bogotá está a menos de dos horas de vuelo de Leticia y de que hay vuelos todos los días, queda a un mundo de distancia. A medida que el Amazonas se desvanece en la memoria, va dejando una marca indeleble.

Guacamayas del Amazonas colombiano.
Guacamayas del Amazonas colombiano.
Guacamayas del Amazonas colombiano.

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